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  • Foto del escritorSofía Maiolo

Biblioteca feminista - parte iv

Siguiendo la seria de libros sobre feminismos, en este post haré una breve reseña del libro "Ciudad Feminista" de Leslie Kern.


En este libro se hace una revisión del ordenamiento de las ciudades modernas, con una óptica feminista, y con foco en las desigualdades de género que las ciudades ayudan a replicar y mantener. Realmente es imposible volver a ver a la ciudad, con los mismos ojos, luego de leer este libro.


Fenómenos como la gentrificación son tratados en clave feminista, y se pone de manifiesto como las ciudades, por omisión de los estados, y acción del mercado, no hacen otra cosa que sostener y reafirmar una sociedad patriarcal y desigual. Al respecto, la autora sostiene:


"La gentrificación, para las familias de clase media, funcionaba como una solución geográfica para los problemas con que se enfrentan las mujeres al buscar compaginar el hogar con el trabajo. A medida que cada vez más mujeres empezaron a acceder a puestos de trabajo mejor remunerados, a posponer la edad de matrimonio y la maternidad, y a optar incluso por salirse de la familia heterosexual, comenzar a buscar ambientes urbanos que pudieran adaptarse a sus necesidades y proveerles los servicios necesarios."

La interseccionalidad se visualiza una y otra vez durante el libro, y descubrimos cómo el ordenamiento urbano es otro actor disciplinador (junto a los medios, la educación, la política, etc.) para las mujeres, disidencias y minorías. Una ciudad desarrollada a la medida de un varón promedio (cis y blanco obviamente), que hace énfasis en la productividad y no en el desarrollo humano, nunca será amigable para todos aquellos individuos que se alejen de ese sujeto promedio: infancias, personas gestantes, adultos mayores, personas discapacitadas, etc. En este sentido, la siguiente frase me resulta súper reveladora:


"Todo asentamiento es una inscripción en el espacio de las relaciones sociales de la sociedad que lo construye [...]. Nuestras ciudades son el patriarcado escrito en piedra, ladrillo, vidrio y hormigón."

Por otro lado, entender cómo la ciudad forma parte también de la construcción social y la educación que recibimos las mujeres, es revelador. ¿Cuántas veces caminamos de más para no pasar por una cuadra oscura? ¿Cuántas veces tomamos un ómnibus por unas pocas cuadras por miedo a atravesar por cierta zona? ¿Cuántas veces elegimos horarios de trabajo o clases para no andar solas en la noche? Todo esto se suma a la carga mental que sobrellevamos las mujeres, e implica un gasto extra en tiempo y dinero, que se suma al ya menguado tiempo y sueldo, que tenemos en relación a los varones. Cuestiones básicas de planeamiento urbano, que no serían tan costosas de implementar, como iluminación de calles, distribución de paradas de transporte público, sistemáticamente son dejadas de lado en las obras públicas, y esto, según la autora, tiene una clara motivación: mantener el miedo.


"El miedo cumple la función social de controlar a las mujeres. El miedo limita nuestras vidas: limita nuestro uso de los espacios públicos, moldea nuestras opciones y nuestras decisiones laborales y económicas, y nos mantiene en una situación de dependencias de los hombres en cuanto protectores. Todo esto trabaja por apuntalar el sistema capitalista heteropatriarcal en el que las mujeres quedan atadas al espacio privado del hogar, responsables por el trabajo doméstico dentro de la institución de la familia nuclear. Es un sistema que favorece a los hombres como grupo, y resulta muy efectivo a la hora de sostener el statu quo."

El desarrollo urbano de las ciudad, con la definición de sus espacios verdes, de su sistema de transporte, de los espacios de trabajo y ocio, debería contemplar a todos los individuos, y debería poner foco en reducir las brechas relacionadas a las tareas de cuidado. Sobre este tema, la autora comenta:


"Una ciudad feminista debe poner foco en el cuidado, pero no porque las mujeres deban seguir siendo sus principales responsables, sino porque la ciudad es capaz de distribuir el trabajo de cuidado de forma más pareja. Una ciudad feminista debe prestar atención a las herramientas creativas a las que las mujeres han recurrido desde siempre para apoyarse entre sí, y encontrar las maneras de incorporar ese apoyo a la estructura misma del mundo urbano."

En definitiva, la ciudad debería ser espacio amigable para todas y todos, que potencie un correcto equilibrio entre la vida personal, familiar y laboral, que sea ecológicamente sustentable, y que ayude a minimizar brechas.


Hasta la próxima!



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